Nuestra vida es como un gran cuento, y nosotros como actores sólo tenemos que entregarnos a éste y dejarnos fluir. A veces en este cuento la trama se complica, pero a mi me gusta pensar que todo tiene un sentido, un para qué, que todo pasa por algo. Para que exista la luz, tiene que haber oscuridad; para que exista la felicidad primero tiene que haber tristeza, sino no apreciamos lo que este gran cuento no da a lo largo de la historia. Nos cuesta aceptar las cosas buenas que nos da la vida, siempre desconfiamos, decimos que nunca es justa la felicidad; pero sólo tenemos que aprender a ver las cosas lindas que se ponen en nuestro camino, y sólo así podremos encontrar la felicidad, sólo así llegaremos a nuestro Eudamon. Y éste cuento sólo nos pide que demos testimonio de él, que dejemos un legado para los que vendrán y seguirán este cuento eterno.
Plantar un arbol, tener un hijo, escribir un libro; se supone que son las cosas que todo hombre debe hacer, son legados, son testimonios de nuestro paso por el cuento. Yo todavía no tuve hijos, en algún momento cercano plantaré un árbol, pero hay una cosa que puedo empezar a hacer ya, y mi libro empieza así...
Aprendí que solo debemos dejarnos llevar por el viento, porque cuando uno está en el lugar que debe estar todo fluye, todo es como debe ser. La felicidad de cada uno esta cerca, al alcance de la mano, la buscamos afuera lejos, pero esta muy cerca, tan cerca que a veces no la vemos.
La vida esta llena de señales que nos conducen hacía nuestra propia felicidad, solo hay que saber verlas.
Éste gran cuento en el que vivimos nos da la sed para después darnos el agua, nos da la tristeza para darnos la alegría, nos da la soledad para darnos el amor, nos hace caminar por la oscuridad para llegar a la luz. Las piezas de nuestro rompecabezas se acomodan solas. Si se lo permitimos el cuento, nuestra vida, conduce a cada uno hacía su propia felicidad.