Cuando querés que alguien te mire, no importa nunguna otra mirada. Vos querés esa mirada, y ninguna más. Pedimos a gritos, desesperadamente; que abran sus ojos y nos miren... que nos vean. Somos esclavos de esa mirada, la necesitamos, como el aire. Hacemos cualquier cosa por atraer esa mirada. Intentamos ponernos en el campo visual del otro, quisiéramos tener un reflector que nos ilumine, quisiéramos brillar para ser mirados. Lo curioso es que los ojos que más nos obsesionan, son aquellos que no nos pueden mirar. La mejor mirada no es la que se nos niega... sino esa mirada que no vemos, la que ignoramos, distraídamente. Esa mirada inesperada, fuera de todo cálculo esa mirada que nos ve cuando no nos sentimos mirados, y por lo tanto, nos mostramos mejor. Una mirada capaz de atravesar la máscara, y ver lo que hay detrás. Todos somos como luces apagadas, que sólo se encienden cuando alguien las mira.
William Shakespeare decía: Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, se feliz y siempre sonríe, solo vive intensamente y recuerda: antes de hablar, escucha; antes de escribir, piensa; antes de herir, siente; antes de odiar, ama; antes de rendirte, intenta; antes de morir, vive.
11 de octubre de 2010
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vos no escribís estas cosas, no me mientas. No le mientas a Jota, eh!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarY lo que dices expresa la naturaleza del ser humano de sentirse parte de algo, de los demas. No sólo la necesidad de desear, sino de ser deseado.